Como cualquier otra típica familia
argentina, ayer festejamos el día de la madre.
Hubo regalos no solo para las madres
presentes (mi mamá y mi hermana) sino también para Matilda. Recibió dos libros
nuevos: “Cuero Negro, Vaca Blanca” y
“Secreto de familia”. También
invitamos a mi madrina Marta que ha sido como una madre para nosotras.
Hace un par de semanas, en mi trabajo
sortearon lechones y yo fui una de las ganadoras. Así que le pedí a mamá que se
encargue de hacerle el adobo y enviarlo a la panadería para una cocción larga de
seis horas.
El almuerzo comenzó alrededor de las
2.30PM (siempre estamos con los horarios un poco más desfasados que el resto) y
el día había amanecido cubierto de nubes. Por suerte, a la hora del
festejo, el sol llegó para acompañarnos durante toda la tarde.
Papá aportó el vino, Teté armó una
ensalada gigante, Nico preparó unos gin tonics y le dio al lechón el último
golpe de calor en la parrilla. Marta trajo helado de una de mis heladerías
favoritas: La Gruta (queda en Belgrano) y trufas de El Viejo Oso. Terminamos
con unos cafecitos y la torta de ricota de mi abuela Teresa, esta vez hecha por Tete.
Después de tanta comida, una sobremesa
larguísima y varios cambios de vestuario de Matilda, todo terminó alrededor de
las 5PM.
Se preguntan que hice yo? Bueno, esta vez
solo lavé los platos.
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