Durante el primer safari en la reserva, que fue por la tarde, Nicola
fue nuestro guía.
Marta, Liliana, Patricia, Libia, Bástian, Axel, Rodrigo, Marina y
Gary, fueron mis compañeros de safari, y la mayoría de ellos de casi todo el
viaje. Todos argentinos, menos el último proveniente de Irlanda. El primer
lugar al que nos llevó Nicola, fue el sector donde viven los rinocerontes:
Roccy y Clever. Estos cachorros de tres años de edad, fueron rescatados por los
dueños de la reserva, después de haber quedado huérfanos a causa de los
cazadores furtivos.
Más tarde recorrimos todo el terreno que rodea las instalaciones. Allí
conocimos y probamos marulas, que son las frutas con las que se hace el licor
Amarula. Vimos cóndores, cebras, impalas, cigüeñas, jirafas, jabalís, búfalos, monitos
baboon, un leopardo y arañas de todo tamaño, tipo y color. También sus gigantes
telarañas, algunas tan gruesas y fuertes como una tanza. Lamentablemente no pude
comprarme un buen lente para esta viaje, es por esto que las fotos que decidí
publicar no son ni buenas, ni tantas. Igual les confieso que en ese momento
poco me importó. Aunque suene egoísta, la sola experiencia de haber estado en
ese lugar, y descubrir a estos seres en vivo, en directo y en su propio hábitat,
fue suficiente para mí. Hoy, si lamento no poder compartirlo con ustedes, para por lo menos intentar transmitirles al menos
un poquito de la emoción y adrenalina que viví allí. Aunque ahora que lo
pienso, es una experiencia y sensación intransferible. Un safari hay que
vivirlo en carne propia.
Una hora antes de volver, bajamos a estirar las piernas y nos
convidaron con un pequeño copetín.
A la vuelta, nos recibieron con un vasito de licor y nos dieron 15
minutos para dejar nuestras cosas, y prepararnos para la cena. El sonido de los
tambores nos llevó al comedor y ahí estaba el primero de los seis pasos del
menú de esa noche.
A pesar de haberme levantado al amanecer, haber viajado seis horas ese
mismo día y haber tenido mi primer safari de cuatro horas, no sentí el
cansancio hasta último momento, cuando apoyé la cabeza sobre la almohada y me
quedé dormida instantáneamente. Mucha opción no tenía, el próximo safari, en
busca de los leones blancos, me esperaba a las 6 de la mañana del día
siguiente.
Si quieren saber más sobre la historia de Clever y Roccy pueden
ingresar aquí.