La combi nos pasó a buscar muy
temprano. Tuvimos una hora de viaje hasta el lugar de la costa donde partía una
lancha que nos acercó hasta el velero. Este nos llevó hasta Ile aux Cerfs o
Isla de los ciervos. El día amaneció muy nublado amenazando con lluvia. No solo
amenazó, la lluvia llegó pero solo duró unos minutos. Desde que nos subimos a
la lancha hasta poner un pie en cubierta. El cielo se abrió y el sol salió con
más fuerza que nunca. El color envidiable que traje de mis vacaciones se lo
debo más que nada a ese día. Durante el trayecto escuchamos música, charlamos
con los marineros, observamos el paisaje, hicimos snorkeling y comimos muy
rico: pescado a la parrilla y ensaladas varias. De postre ananá cortado en muy
coquetos ramitos y café con torta. También hicimos una mini excursión hacia una
cascada. Para esto nos pasaron a otra lancha y luego regresamos al velero para
finalmente llegar a esta isla tan recomendada. Allí estuvimos solo un par de
horas durante las cuales aprovechamos para meternos al mar y refugiarnos bajo
las palmeras. Ya habíamos tenido suficiente sol en el viaje de ida.
De regreso en el hotel nos dirigimos a
uno de sus restaurantes a tomar el té. Aquí imitamos a todos los franceses, que
son mayoría entre los turistas de Mauritius, y nos volvimos a pedir unos crêpes.
Una de las grandes alegrías y
sorpresas que me llevé en este viaje fue descubrir que la lengua francesa sigue
vigente en mí. Hace mucho estudié francés durante dos años en la alianza
francesa de Buenos Aires y a pesar que en todo este tiempo no lo pude
practicar, en algún lugar de mi memoria los conocimientos permanecieron casi
intactos. Tanto es así, que apenas llegue a Mauritius me encontré charlando muy
naturalmente con el personal del aeropuerto, del hotel y con otros turistas, oh
oui!
Espero que les hayan gustado las
imágenes.
En el próximo post les voy a mostrar
imágenes de uno de los jardines botánicos más importantes del mundo. Están ahí?
Para más información sobre Ile aux
cerfs entren aquí.