Este año decidí retomar inglés. Curso
todos los sábados por la mañana por lo cual los viernes siempre tengo que hacer
programas tranquilos e irme a dormir temprano.
La realidad es que no salgo mucho, pero
no sé por qué, siempre me gustó más la noche de los viernes que la de los
sábados.
Aprovechando que este fin de semana no
tenía clases por el día del estudiante, salí a hacer una de las cosas que más
me gusta: ir a un recital.
Pero antes siempre hay que comer, y antes
del día del estudiante, viene el día del jubilado. La excusa perfecta para comer afuera, brindar y festejar con ellos en su día.
En una época, con mis amigas teníamos
la costumbre de juntarnos a comer pastas o pizzas en el Morelia de Las Cañitas.
Siempre me gustaron ambas especialidades de este restaurant.
Como el recital era en Palermo propuse
ir a la sucursal que tiene el lugar allí.
Hace mucho que no comía pizza y las
que había entre las sugerencias de la carta nos convencieron inmediatamente.
Papá pidió cerveza, mamá y yo tragos.
Ella prefirió ir con el caipiroska clásico y yo opté por probar su versión
mandorinoska. Ambos estaban preparados con Absolut y bien cargados como a mí me
gusta.
Primero nos trajeron unos pancitos, recién salidos del horno, para acompañar con manteca, que a pesar de que íbamos
a seguir con más harina, no nos pudimos resistir a probar.
La pizza que elegimos era bien finita
y crocante. Venía con rúcula, queso brie, aceitunas negras y tomates cherrys
quemados.
Para el postre compartimos una marquise
de chocolate con salsa de maracuyá y naranja. La cual recomiendo porque fue el
cierre ideal de una comida simple pero deliciosa. Todavía recuerdo la suavidad de su textura
y el sabor intenso y dulce del chocolate, que maridaba perfecto con la acidez
de la salsa.
Llegamos tarde al restaurant y como
tanto los tragos como la comida valían la pena ser disfrutados, no quise
apurarme y me perdí el principio de la primera parte del recital.
Continuará…