18 de abril de 2014

MAURITIUS















Del aeropuerto de Cape Town tuvimos dos horas de vuelo hasta Johannesburg. Allí hicimos tiempo algunas horas, ya no recuerdo cuantas. Pero entre ir del sector de arribos, hacer el check in, migraciones, tomar un café con alguna pavadita y aprovechar el free wi-fi que ofrecía el stand de un banco, por suerte se me pasaron volando. Y digo por suerte porque después me esperaban cuatro horas más de vuelo hasta Mauritius.
La República de Mauritius  es una isla de 2040 km2, ubicada al sudeste de la costa africana, del otro lado de Madagascar. Antes de conocerla, imaginaba que era una isla pequeña y que todo estaría muy a mano. Me equivoqué, para todo había que hacer mínimo una hora de viaje en auto. Nos hospedamos en un hotel all inclusive llamado Le Canonnier, en el noroeste de la isla. El aeropuerto está al sureste, así que ahí tuvimos el primer viaje de una hora en combi hasta nuestro alojamiento. Llegamos al atardecer. Nos recibieron con una toallitas húmedas, tibias y perfumadas para refrescarnos, y un jugo. Nos contaron sobre las instalaciones y actividades, y nos acompañaron a nuestra habitación. Dejé todo allí y me fui con la compu a un sector al aire libre, ambientado muy chill out, que estaba cerca del bar. Me pedí un trago y me quedé haciendo tiempo hasta la hora de la cena. La diferencia horaria con Sudáfrica era de dos horas y la de Sudáfrica con Buenos Aires cinco horas, así que estaba a siete horas de distancia de mis seres queridos y siempre a destiempo para poder hablar. Aquí se comía muy temprano y no habiendo nadie disponible en mis listas de chat, terminé de mandar un mail general, cerré la compu y busqué a mi madrina para ir a comer. Una vez terminada la cena nos fuimos a dormir, también temprano, para poder disfrutar del lugar y la playa al día siguiente. Nuestro segundo día amaneció un poco nublado. El sol iba y venía. Eso sí, siempre se mantuvo muy caluroso y muy húmedo. En esta isla el clima es siempre húmedo y en verano el calor es intenso. Los que ya me conocen imaginarán lo feliz que estaba (no es irónico, amo con devoción el verano y el calor).
Desayunamos y bajamos a conocer las tres playas que tenía el hotel. Estuvimos un rato en cada una tomando sol y entrando y saliendo del mar infinidad de veces. Esa parte es un poco incómoda. Estas aguas están llenas de corales, así que para meterse al mar hay que usar unas zapatillas especiales tipo escarpines de goma. Poco me importó, nadé por horas, jugué con mi cámara y no paré de mirar. Y mirando me encontré con otra huésped del hotel. No sé de dónde era pero era musulmana. Mientras tomaba sol vi que se estaba metiendo al mar y cuando levantó su túnica advertí que estaba descalza. Le grité que tenga cuidado por los corales y las piedras que eran muy resbaladizas. Me agradeció y continuó su camino pero mirando con más atención. La observé mientras sacaba fotos con su camarita y caminaba de un lado a otro, hasta que se sentó sobre una piedra con los pies sumergidos en el agua. Y allí se quedó con la mirada perdida en el horizonte. No pude evitar dejar de prestarle atención. Viendo su cara de resignación sentí lástima. Yo tenía calor hasta en bikini y aunque lo disfruto, sé que otros no. Y ella con ese traje, que aunque seguramente no lo era, parecía pesadísimo. La seguí viendo durante toda mi estancia en Mauritius, y cada vez que nos cruzábamos nos sonreíamos y saludábamos. Es el rostro más dulce que recuerdo de este viaje. Lamento no haberle preguntado su nombre ni haberla retratado en primer plano.
Al rato mi madrina me preguntó si ya tenía hambre y la verdad es que aunque no lo tuviera, hubiera ido a comer de todas formas. Aparte de tomar baños de sol y mar, ese día no planeábamos hacer mucho más. Después de tener que madrugar, desayunar, almorzar y cenar adrenalina durante los tres días de safari. No parar de hacer excursiones y caminar por Cape Town desde el amanecer hasta el crepúsculo, sólo queríamos relajar, olvidarnos de todo y descansar. Total ya habíamos contratado una excursión para el día siguiente.  En el próximo post les muestro algo de una isla hijita de Mauritius: Ile aux Cerfs.
Para más información sobre Mauritius pueden ingresar aquí.

14 de abril de 2014

DOS LUGARES / TWO PLACES












En las últimas semanas fui a comer a dos lugares. Dos restaurantes muy distintos. Al primero fui una noche de sábado y al segundo fui un feriado al mediodía. El primero se especializa en platos vietnamitas, el segundo ofrece comida casera. El primero es más sobrio y formal, ideal para una cita. El segundo es más informal y familiar. En el primero la luz es muy tenue y sugerente (es por eso que solo tengo tres fotos). El segundo de día se vuelve tan luminoso, que algunos de sus ambientes obligan a usar gafas hasta estando bajo techo.
En el primero bebimos “Algo de pasión”. Sí, así se llama el trago. No recuerdo exactamente todo lo que tenía pero estoy segura que, el vodka y el maracuyá, estaban presentes.
Después seguimos con los platos. Pedimos dos entradas: Chao Ga (pinchos de pollo en caña de azúcar, acompañado de salsa de limas y sal) y Sui Cao (ravioles vietnamitas crocantes rellenos de carne de cerdo, hongos shitake y verdeo en salsa de lima, salsa de soja, aceite de sésamo, cilantro y verdeo). Como plato principal el elegido fue el Bo Luc Lac (salteado de cubos de lomo, marinado con lemongrass, miel, aceite de sésamo, pimienta negra y chile dulce).
En el segundo bebimos limonada y gaseosas. Pedimos una parrillada de pescados que traía de todo, hasta papas al vapor con pimentón y ensalada de verdes. A esto le sumamos unas quesadillas de pollo que también venían con verdes y guacamole.
En el primero como postre seguimos con Algo de pasión. El día del segundo pasamos por un kilo de Freddo para comer indoor (dulce de leche granizado, chocolate suizo y mouse de maracuyá).
El primero queda en Palermo, el segundo en el bajo de San Isidro. Ya adivinaron? El segundo seguro que sí por las fotos, que espero les hayan gustado. Dos lugares: Green Bamboo y La Anita.
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